Por Eliván Martínez Mercado
SAN JUAN — No es solo el presidente racista Donald Trump sino también el Gobernador de Puerto Rico quien parece nuestro peor enemigo. Publicadas las páginas de un chat en el que Ricardo Rosselló mantenía comunicaciones con su círculo íntimo, que demuestran aparentes violaciones de ley, asistimos a un momento único de nuestra historia. Pudimos examinar la radiografía sobre el verdadero tejido espiritual y psicológico de quien nos gobierna.
El chat en la aplicación Telegram y las acusaciones de corrupción contra la administración Rosselló, unido al dolor latente por la mala gestión para atender la emergencia de los muertos del huracán María y el hastío por una vida precaria por la crisis económica y fiscal, han desatado una reacción en cadena en todo Puerto Rico. Desembocó el miércoles 17 de julio de 2019 en una de las manifestaciones más contundentes en la historia del país. Se trata de una rebelión que ha hecho patente la peor crisis institucional desde la creación del Estado Libre Asociado en 1952. Los manifestantes no son los mismos que los gobernantes siempre caracterizan como revoltosos. En las calles había seguidores de todas las vertientes políticas, incluso seguidores del anexionista Partido Nuevo Progresista, al que pertenece Rosselló. El Colectivo Feminista en Construcción, que aglutina a activistas en favor de un país sin violencia machista, había sido uno de los convocantes, luego de que el chat revelara comentarios amenazantes y degradantes contra mujeres. Entre quienes protestaban había maestros, sindicatos, deportistas, personalidades de la televisión, exponentes del reguetón y el trap… A reclamo de estos se unieron las expresiones del alcalde de Bayamón, Ramón Luis Rivera, uno de los más influyentes del PNP, y el exgobernador anexionista Luis Fortuño, quienes solicitaron la reununcia de Rosselló.
Nació un movimiento de rechazo bien claro y robusto, legitimado en parte porque no es convocado por el principal partido de oposición, el Partido Popular Democrático, que en gran medida también causó la crisis fiscal y económica. Las imágenes en las redes sociales de ciudadanos que están descolgando la foto oficial del gobernador de las paredes en instalaciones públicas alrededor del país demuestran hasta qué punto Rosselló ha perdido legitimidad moral e institucional. Ni siquiera el presidente de Estados Unidos, en su continua falta de sensibilidad con las víctimas del huracán María, que retrasó la ayuda humanitaria y los fondos de recuperación, logró desatar tanta indignación en nuestra gente. Rosselló le hizo el favor político a Trump al darle municiones. Al día siguiente de la manifestación, el presidente de Estados Unidos volvió a atacar en Twitter: “muchas cosas malas están pasando en Puerto Rico”, y criticó la decisión congresional de aprobar fondos adicionales para la recuperación del huracán.
El mismo día de la manifestación, el Centro de Periodismo Investigativo (CPI) publicó una historia sosteniendo que Rosselló, padrino de bodas y ex roomate de Elías Sánchez, sabía que este intervenía con jefes de agencia para beneficiar a sus clientes privados con contratos de gobierno, en medio de la peor crisis fiscal de la historia de Puerto Rico. Sánchez niega los hallazgos del CPI y ha amenazado con acciones legales.
El país ha visto a Rosselló resbalándose una y otra vez en la misma cáscara de guineo. En una conferencia de prensa que se llevó a cabo el martes 16 de julio, cuando juró una vez más practicar la transparencia, dijo que abogados habían determinado que no había delitos en el chat. Volvió a quedar en evidencia al negarse a decir qué abogados habían preparado el análisis y rechazar las peticiones de la prensa para hacerlo público. Es algo tan absurdo como si alguien celebrara un autojuicio y se declararse inocente. Los textos publicados demuestran persecusión política con recursos públicos, homofobia, misoginia, clasismo, expresiones amenazantes e indiferencia a nuestros muertos. Las filtraciones del chat demuestran una conversación en la que Ramón Rosario, exsecretario de Asuntos Públicos del Gobernador, indica que hay que “meterle mano” a Arnaldo Claudio, exmonitor federal de la Policía, para que no sea “un dolor de cabeza mayor” durante el periodo electoral de 2020. Claudio supervisaba la Reforma de la Policía, resultado de un acuerdo entre Puerto Rico y el Departamento de Justicia federal, ante violaciones de derechos civiles por parte de las fuerzas de seguridad.
A días de haber pedido perdón por los insultos que lanzó en el chat para “liberar el estrés”, Rosselló tuvo que excusar al comisionado de la Policía, Henry Escalera, por haber usado “palabras incorrectas” al sostener que los agentes policiales iban a defender la democracia hasta la “última gota de sangre”. Fue una declaración de guerra. Ese tipo de amenazas exacerban la violencia y buscan subvertir la percepción pública sobre esta crisis: que los manifestantes son los criminales y que la administración de Rosselló, la acusada de corrupción, es la que defiende la democracia. El Gobernador, que había condenado sistemáticamente la alegada dictadura del presidente venezolano, Nicolás Maduro, ahora se ve rechazado en las calles como a todo un régimen autoritario. En efecto, el hashtag #Rickydictador fue tendencia el 18 de julio en la red social Twitter.
En la marcha contra Rosselló del miércoles 17 de de julio, cuando cientos de miles de manifestantes se congregaron por cuarto día consecutivo para exigir su dimisión, estaba claro que prácticamente todo el país se le había volcado en contra. La única referencia histórica de unidad nacional ante una causa común como esta habían sido las manifestaciones que con éxito sacaron en 2003 a la Marina de Estados Unidos de los campos de tiro en la isla municipio de Vieques. Símbolos globales de la cultura puertorriqueña, como Ricky Martin, Benicio del Toro, René Pérez y Benito Martínez “Bad Bunny”, llegaron hasta la protesta y animaron a la gente a continuar con sus reclamos. Más tarde en la noche un grupo de manifestantes y la Policía tuvieron encontronazos que terminaron en el lanzamiento de gases lacrimógenos, disparos con balas de goma y arrestos.
La publicación del chat fue precedida por señalamientos de corrupción contra la administración de Rosselló, que comenzaron cuando Raúl Maldonado, el exsecretario de Hacienda, dijo que en esa agencia había una “mafia institucional”. Luego las autoridades federales arrestaron a Julia Keleher, exsecretaria de Educación, y a Angela Ávila, directora ejecutiva de la Administración de Seguros de Salud, además de consultores del Gobierno, por distintos cargos de fraude, robo de fondos públicos y lavado de dinero.
Los asesores de imagen de Rosselló no han logrado salvarlo con el “mala mía” tour que comenzó desde que empezaron a filtrarse las páginas del chat. Con un triste aire de profeta desinflado, llegó a un templo pentecostal en San Juan al día siguiente de que el CPI publicara 889 páginas del #TelegramGate. Pidió perdón ante los fieles allí congregados y dijo que se estaba humillando ante Dios. Era un intento para que la ciudadanía pensara que ya era cuestión de hacer borrón y cuenta nueva. Este giro de relaciones públicas o de propaganda ya lo hemos visto en América Latina, como cuando el dictador Augusto Pinochet, al que se le atribuyen miles de muertes y violaciones de derechos humanos en Chile, buscó fortalecer su imagen con la visita de Papa Juan Pablo Segundo en 1987.
Pero una de las oraciones que pronunció en el chat resonará para siempre en la historia de Puerto Rico: “cogemos de pendejo hasta a los nuestros”.