Soy puta pero no corrupta

Jul 30, 2019
12:00 PM

(Photo de Rosa Clemente/pronthemap.com)

Hace más o menos una semana vi el tuit de un periodista desde Puerto Rico donde mencionó que una mujer tenía un letrero que decía: “Soy puta pero no corrupta.” Esto fue durante una de las decenas de demostraciones históricas que se han estado dando en la isla, las mismas que lograron sacar al gobernador Ricardo Rosselló de su puesto.

Saber que había mujeres con este mensaje en alto me conmovió de una manera inesperada. El mensaje es un respuesta directa y clara a un gobernador que se atrevió a decirle así a una mujer, antes de que las acusaciones de corrupción salieran a la luz gracias a un equipo de periodistas (que también es liderado por mujeres).

Pero más que una respuesta directa a Rosselló, lo veo como una respuesta directa a una sociedad que se atreve a insultar a las mujeres, y violentarlas tanto física como sistemáticamente, y a la vez permite que los gobernantes cometan crímenes donde quienes sufren son el pueblo.

La palabra puta se siente como el estallido de una bomba cuando sale de la boca. La primera vez que me dijeron puta, se sintió si esta bomba cayera encima de mí.

P U T A.

Fue en un paseo del colegio cuando tenía unos 14 años, y estaba de flirty con los muchachos. “Amanda, tú si eres puta,” ella me dijo.

Me quedé medio pasmada, y me avergoncé muchísimo. No sabía el peso que tenía esa palabra hasta ese momento. Fue una condena en contra del la habilidad de sencillamente disfrutar del momento como me nacía.

Hubo otra vez en que no me dijeron puta, sino cuero, que en República Dominicana viene siendo lo mismo. Fue mi abuela que me lo dijo, cuando era niña y estaba bailando reguetón en la cocina.  “Tú ‘ta bailando como una cuero,” ella me dijo.

Esa vez también me sentí avergonzada.

Puta, cuero, suelta, etc. son palabras que hacen eso, nos quitan la capacidad de ser dueñas de nuestro cuerpo, y nuestras decisiones y nos llenan de pena y arrepentimiento. Nos convierten en un objeto que pertenece a la opinión pública, y a todos menos a nosotras mismas. Es una advertencia de que nuestra vida privada no es nuestra.

¿Cómo me atrevo yo a perrear, a coquetear con los muchachos del curso, a acostarme con quién me de la gana, a vestirme como me de la fokin gana?

El sentimiento que tengo hacia la palabra ha cambiado drásticamente desde ese entonces. Ahora hasta me atrevo a asumirla. Pero lo que no asumo es el repudio que existe en contra de la mujer que se apega a ese término.

El machismo es inescapable, pero eso no significa que tengo que tragarme la opinión pública que básicamente abusa de la salud mental y física de las mujeres.

Es que enseñarle a una mujer que tiene que ser dama en la calle y puta en la cama —no como elección sino como deber— es un abuso psicológico, como lo es ver imágenes de mujeres, en especial mujeres negras, que la convierten en objeto sexual mientras se le dice a ella misma que no puede disfrutar del sexo…mucho menos antes del matrimonio.

Mis elecciones no tienen nada que ver con mi valor como mujer.

Recientemente, durante el tour de mi libro Chula, precisamente por RD, sentí un poco de miedo por las cosas que digo en mis poemas.  Me digo puta a mi misma varias veces en el libro. Con orgullo. Y no sabía que esperar de la gente que iría a las lecturas del libro, no sabía si me juzgarían por decirlo así, sin pelos en la lengua. “Vivo entre dos lenguas y cinco vidas: hija, hermana, puta, santa y amiga,” digo. En el libro hablo de la curiosidad sexual que sentía de niña, y como aprendí a no hablar de eso mientras los niños hacían lo que les daba la gana. Ellos, por ejemplo, ya aprendían a tirar piropos, de esos que hacen que te quieras desaperecer, una práctica esencial para ser hombre macho en el Caribe.

La frase “Soy puta pero no corrupta” me recuerda a la fuerza que puede haber en esa palabra, puta, y en lo que significa para la liberación de la mujer. Para mi, es el poder reiterar que ser puta no debería ser condena. Es el poder reimaginar de que se trata ser mujer, más allá de las normas sociales.

Como periodista, entiendo que el movimiento feminista en Puerto Rico es una parte integral de este llamado masivo en contra de Rosselló y sus compañeros en el gobierno. Es un movimiento que ha logrado conmover al público. Y el saber que el que una persona en una posición de poder use la palabra “puta” pudo ser suficiente para derramar el vaso —en tiempos en que el presidente de la nación más poderosa del mundo puede tener acusaciones de violación sexual en contra de el como si na— es tremendo logro. También creo que, junto con la indignación que el pueblo ha sufrido en manos el gobierno, el movimiento es producto del trabajo que grupos como La Colectiva Feminista en Construcción y las comunidades LGBT han estado haciendo.

En Diciembre del 2018, entrevisté a Shariana Ferrer, una de las representantes de la Colectiva, para Latino Rebels. La entrevista fue sobre la lucha del grupo que pedía justicia para la mujer boricua, en especial en contra de los femicidios. Mediante protestas y la ocupación de espacios públicos, ellas le pedían a Rosselló que se declarara un estado de emergencia ya que 23 mujeres habian sido asesinada ese año en la isla.

“Para mí, y creo que la mayoría de la Colectiva, lo mas doloroso sobre las protestas no fue la violencia por parte de la policía, sino la indiferencia. Había muchas personas que estaban caminando por el área, y querían tomarse fotos con las sombrillas… nuestra protesta estaba ocupando ese espacio y muchas personas se enojaron,” dijo Ferrer, sobre una de las manifestaciones que se llevó a cabo frente a La Fortaleza.

Ese mismo espacio, delante de La Fortaleza, es el que ahora fue ocupado por los manifestantes quienes pedían la renuncia de Rosselló y actualmente exigen la renuncia de Wanda Vázquez.

Durante nuestra conversación, también le dije a Ferrer que cuando vi algunas de las imágenes de la protesta en ese entonces, sentí inspiración como dominicana y antillana.

La periodista dominicana Edith Febles habló sobre #RickyRenuncia en un segmento de su show #LaCosaEsComoEs, donde dijo, “Encuentro un avance en la población respecto a cosas que le molestan, que en Dominicana se lo pasan a chiste. La homofobia tu la ves aquí en el congreso… o sea aquí tener un comentario despectivo de alguien que es homosexual, tener un comentario grosero, ser irrespetuoso de las personas del colectivo homosexual es un chiste.”

Es cierto lo que dice Febles—y no sólo sobre RD. Aunque cabe decir que en RD también hay un movimiento feminista que organiza protestas y charlas. Y también existen colectivos que abogan por los derechos de la comunidad LGBT y/o cuir en RD y en la diáspora. Y me enorgullece saber que en una isla tan cerca de allí, Puerto Rico, se puede visibilizar ese sentimiento de solidaridad hacia comunidades marginales de una manera masiva y con coraje.

En estos momentos, se está criticando el “perreo intenso” que se dio durante una de las manifestaciones llamadas “Perreo combativo.” Como mujer afrodescendiente, entiendo entonces que falta mucho por hacer para visibilizar a la comunidad negra en Puerto Rico (al igual que en demasiados otros lugares), en especial cuando las críticas contra el perreo están conectadas a una percepción racista de la negritud y las comunidades de donde surge el reguetón. Un estereotipo de la mujer negra es decir que ella es “puta,” lo cual ha contribuído a la definición social de la palabra. Es decir, la palabra puta es una palabra con connotaciones racistas.

La palabra puta pretende convertir un comportamiento cotidiano y normal que el hombre heterosexual puede practicar libremente, en un insulto. Y para decirlo claro, hablo de tener sexo y ser percibida como puta por hacerlo con quien una quiera.

Durante el perreo intenso, hay personas que critican como algunas de las mujeres y otras personas bailaban, y como mostraban su cuerpo al hacerlo. Pero estas formas de protesta, y el poder llamarse “puta,” o cualquier otra manifestación de liberación feminista, deben ser partes de un movimiento en contra de la corrupción y por el cambio drástico del gobierno. No se puede pedir que se venga abajo la corrupción, mientras a las mujeres se les juzga por querer disfrutar de la libertad sexual. No se puede pedir que se venga abajo la corrupción, mientras a una mujer no se le deja perrear en paz. Por lo menos no si el próposito es el bienestar del pueblo.

Y por ahí mismo, no deberíamos vivir en un mundo donde un gobernador le pueda decir “puta” a una mujer sin consecuencias.

Pero la realidad es que vivimos en un mundo donde los femicidios son llamados “crímenes de pasión” y donde a las mujeres se les echa la culpa por las violaciones sexuales que sufrimos. Y al mismo tiempo, vivimos en un mundo en que se ha descubierto uno de los escándalos más grandes de corrupción en Latinoamérica —donde oficiales de los gobiernos de una decena de países aceptaron sobornos de la compañía brasileña de construcción Odebrecht— y aún así algunos de los implicados siguen en posiciones de poder.

Gracias a lo que se ha dado en Puerto Rico, escribo esto con esperanzas y hasta se me hace un nudo en la garganta porque los movimientos como estos, más en una isla, causan olas. Y el decir, “soy puta pero no corrupta” y saber que sí hay respaldo, y que ya no se aceptará la hipocresía de insultar a una mujer y a la comunidad LGBT y a la vez tener acusaciones de corrupción, demuestra un cambio en la conciencia pública (o al menos la posibilidad de cambio). Es radical en un mundo en que la corrupción se deja pasar, pero lo que una mujer hace con su vida privada esta bajo una lupa constante.

Para mi, es una reivindicación de que mi cuerpo es mío y de nadie más. (Y el dinero y los recursos del pueblo son del pueblo ¡coño!)

Entonces, cuando vemos una vaina como la que está pasando en Puerto Rico, ¿cómo no sentir orgullo ajeno?

Como dominicana, me uno al grito de las mujeres boricuas, y digo: Soy puta, pero no corrupta.

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Amanda Alcántara es la editora digital de Futuro Media. La puedes seguir aquí: @YoSoy_Amanda