Aunque la crisis económica de Puerto Rico ha capturado la atención de la prensa estadounidense, los artistas, quienes están en las calles experimentando esta era caótica, siguen siendo ignorados. Los artistas, en cambio de los políticos y “pundits,” no están interesados en hacer puntos públicos o crear controversia en Facebook y Twitter.
Afortunadamente, los artistas ven a sus sociedades como están, y se dedican las vidas para documentar y educar las masas en los retos y la belleza de su pueblo. Si quieres comprender el estado actual de los puertorriqueños, suele preguntar a un pintor, un escritor, un director o un músico. Ellos no solamente experimentan la vida diaria en la isla, la internalizan y la transforman para inspirar sus audiencias.
Hoy tengo el privilegio de hablar con uno de estos artistas puertorriqueños, Edgardo Jusino-Campos, acerca de su novela El harapiento de Betzaida.
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Una de la calidades inmediata de tu escritura es la voz brusca pero poética. Tu narrador dice muy temprano en la obra “éste es mi vocabulario, éstas son mis oraciones, en fin, no esperen más”. ¿Es tu objetivo con esta obra crear un lenguaje para los marginados de la sociedad?
Bueno, los marginados de la sociedad de los que yo me ocupo, ya tienen su lenguaje. No hay que crearlo sino reproducirlo mediante una inmersión cuidadosa en su idiosincrasia. Trato de que mis novelas recojan la esencia de un ser humano particularmente puertorriqueño. El lenguaje es uno de los elementos fundamentales para poder recoger las características de un pueblo. No se trata de hacer el pueblo diferente a cómo es, sino calar lo más hondo posible para recrearlo con sus características propias, de modo que yendo a lo particular de sus cualidades, podamos llegar a lo universal, que sea explicativo también de una conducta humana generalizada. Mi personaje Millín en El harapiento de Betzaida es parte de una subcultura de drogas y criminalidad, con sus propios códigos, con su visión de mundo, y por lo tanto, con un lenguaje equivalente, que entienden bien los pares que participan de ese mundo. Para re-crear ese mundo, es imprescindible conocer y emplear ese lenguaje. Sin embargo, también hay que hacer esfuerzos para que el lector comprenda el léxico propio de esa subcultura, de modo que pueda entender y disfrutar la novela.
Para ti, ¿de qué representa Betzaida no solamente en el narrativo pero en la sociedad puertorriqueña?
Betzaida es el prototipo de la madre sufrida puertorriqueña, cuya vida está limitada por sus propias decisiones incorrectas, pero también por las limitaciones generales que operan sobre la sociedad puertorriqueña. Una de esas limitaciones es el elemento educativo, con todas las inconveniencias que debe sufrir la clase pobre para poderse educar; lo cual nunca alcanza satisfactoriamente. Pero otra de esas limitaciones lo constituye su posición de víctima frente a los hombres. Como el hombre promedio participa también de una educación limitada, desconoce en la mayoría de los casos, cuál es el trato correcto que debe brindarle al sector femenino. En nuestra sociedad, la incidencia de mujeres utilizadas como objeto de cambio, particularmente en su sexualidad, es muy grande, lo cual redunda en que buena parte de nuestros niños se críen con un solo padre; en este caso con la mujer solamente. Betzaida es, pues, un recipiente de muchas deficiencias sociales, hasta que el Buscador de Fábulas la rescata y le ofrece la dignidad que le corresponde. La novela deja abierta una puerta para que las mujeres entiendan que cabe la posibilidad de enderezar su vida con un buen hombre que les ofrezca una nueva oportunidad de rehacerse.
¿Cuáles responsabilidades tienen los artistas para documentar las realidades de sus sociedades?
El autor tiene, obviamente, muchas responsabilidades. El autor nace y se desarrolla en un contexto social del cual viene obligado a detectar aquellas deficiencias que le rodean, las cuales van a formar parte del texto literario. Así mismo, escoge sus temas de la clase social que lo vio nacer y crecer. Su responsabilidad es mostrar con fidelidad el funcionamiento de la sociedad, la interacción de clases y las incidencias externas, en este caso del gobierno. El autor dice, en detalles, cómo piensa esa sociedad, cómo sufre, cómo siente; a diferencia de la historia que dice, a grandes rasgos, lo que le sucedió. No es necesario que se le proporcionen opiniones al lector para intentar guiarlo hacia una causa u otra. El lector inteligente tomará posición a la luz de los materiales humanos y físicos que vea en las obras. Y ya lo sabemos: las obras inducen a tomar posición. Pero lo que sí debe estar claro es que el autor tiene que estar alerta con relación al devenir de su sociedad y no puede andar desvinculado ocupándose de temas y situaciones que no tienen relevancia para el desarrollo de la vida humana, en particular, la de su país.
El libro da luz a la criminalidad y la profundidad de la pobreza en la isla, pero hay un aspecto subtextual de que los problemas de la isla vienen de una negación oficial de esta realidad. ¿Podrías comentar en este tema?
Ya la pobreza en Puerto Rico es demasiado evidente para negarla. Mucha gente no tiene trabajo, no tiene hogar propio, no tiene un medio de transportación seguro y podría haber gente que come poco, casi nada o que se acuesta sin comer. Las tasas contributivas son muy altas y cualquier producto cuesta más. Mucha gente ha abandonado el país y la población se reduce. Los que se queden, pagarán más. Ante este cuadro, hay un serio aumento de la criminalidad, de personas desposeídas desesperadas y de moles gigantescas con las cuales hay que luchar diariamente para sobrevivir. Como hay menos gente trabajando en las agencias del gobierno, por dar un ejemplo, la gente se retira sin el servicio y procura obtenerlo de otro modo a como dé lugar. El resultado se llama crimen. Como sugiere tu pregunta: el gobierno trató de negarlo. Ya no es posible ocultarlo: somos un país más pobre hoy de lo que éramos hace apenas cinco o diez años. Así de rápido va el proceso. Pero reitero que el factor educativo es clave para mantener una sociedad inteligente y apta para enfrentar los problemas de la vida. Sin embargo, el gobierno se mueve en dirección contraria: se están cerrando escuelas, nadie quiere estudiar pedagogía porque la profesión no paga y absorbe el sueldo del maestro y lo hace víctima económica de su misma profesión. En general, estamos en una especie de segundo “lamento borincano”, donde “todo está desierto y el pueblo está muerto de necesidad”. Ese es, pues, el terreno más fértil que puede tener la criminalidad para crecer tan rápidamente.
¿Cómo acercaste al estilo del narrativo?
Yo siempre he dicho que autor y narrador son dos entes diferentes. El autor es el ser real que pone su nombre en la cubierta del libro. Pero el narrador es un personaje escogido por el autor para narrar la historia. Antes de comenzar a narrar, uno debe hacer una especie de perfil del narrador. Se incluye en ese perfil su clase social, sus gustos, su edad, su apariencia, su entorno con familiares y amigos, y su visión de mundo ante la vida. Una vez establecidas estas y otras cualidades, se fija una unidad, la cual no se debe romper. Por tanto, el narrador adoptará el lenguaje que le corresponde dentro de este contexto de cualidades; aunque ese lenguaje no sea el mismo del autor. Por su juventud y su vitalidad, la narración de El harapiento de Betzaida es rápida y llena de energía de modo que el lector siempre esté en un nivel muy alto de tensión. Hay descripciones, como en todos los textos narrativos, pero importa aún más la anécdota, es decir la cadena de sucesos rápidos. Así se hizo el estilo narrativo de El harapiento de Betzaida. De paso te digo que, yo no creo en el cuento ese de que la anécdota debe estar ausente de las narraciones. Para nada lo creo.
¿Qué distingue la literatura puertorriqueña del resto de América Latina?
Sus temas. Nosotros tenemos una relación extraña con Estados Unidos. Mucha gente no nos entiende. No los culpo: ¿somos libres, pero estamos asociados? ¿Qué es eso? No es solo una relación colonial. Ya se trata de salvar una idiosincrasia latina incomprendida en otros países latinos. A veces abro una antología narrativa latinoamericana y me encuentro con que hay poco o nada de los puertorriqueños. Entonces uno se pone a pensar si es que no formamos parte de Latinoamérica. Tal vez tenemos culpa al darle tanto espacio al tema de esa relación colonial. Yo quiero romper con eso, puesto que en lo que se resuelve el estatus, los puertorriqueños estamos haciendo un sinnúmero de actividades que están al descubierto. Por ejemplo, me interesa el impacto de la comunidad evangélica en Puerto Rico, nuestra educación, nuestras relaciones interpersonales, la criminalidad, las drogas, el alcoholismo, el machismo, la rehabilitación, las desventajas económicas y el sufrimiento general de nuestro pueblo. Todos estos aspectos, y otros más, ya no son temas que dependan tan directamente del coloniaje, sino de nuestra forma de ser particular. ¿Acaso los americanos nos hicieron más machos o menos machos o más maltratantes de mujeres? Hay una vida novelable entre nosotros que ya no depende del coloniaje, sino de nosotros mismos. Como Puerto Rico ha pasado a ser una sociedad extremadamente compleja, se requieren respuestas complejas para explicarla. Esa complejidad nuestra, me atrae más que el estatus, como autor puertorriqueño.
Como los problemas de la sociedad son tan complejos, ¿cuáles son las soluciones que debemos proponer?
La sociedad puertorriqueña solía ser, hasta mediados de siglo XX, mucho más patriarcal, más vecinal, más inmediata, de compañerismo y compadrazgo. La gente invertía toda su vida en núcleos poblacionales cerrados. Pero con el desplazamiento hacia las grandes distancias para fines de trabajo, esas características fueron disminuyendo y la identificación con “el otro” inmediato, fue perdiéndose. La distancia de personas afines, trajo un elemento de soledad y distanciamiento que desembocó en una complicación mental necesaria para poder sobrevivir en la soledad y el desamparo. El individuo puertorriqueño terminó desligado de su núcleo familiar también, donde solía encontrar apoyo. Todo ello conlleva un esfuerzo adicional de supervivencia en las grandes poblaciones, lo cual redunda en una complejidad social, contraria a las generaciones anteriores. Lo que el puertorriqueño fue a buscar en otras poblaciones, que es el trabajo, y por ello, el bienestar en general, no siempre lo encontró. Como respuesta, aparecen fenómenos sociales tan complicados como la delincuencia, la adicción, la falta de instrucción y otros, propios de la vida en hacinamiento. La literatura en sí, no puede ofrecer respuestas concretas, tal y como lo haría la sociología, la antropología o la sicología. Pero sí puede invitar al análisis de esos renglones que complican la vida, de modo que el lector establezca para sí mismo, una ubicación. Es importante analizar las posibilidades educativas, las de empleo, las de entretenimiento y otras, en la niñez y en los primeros pasos de la adolescencia, respectivamente. Mis personajes en El harapiento de Betzaida, pertenecen a los subgrupos de desplazados, buscando acomodo en esos conglomerados sociales indiferentes y de poca oportunidad, según sus características. El bajo nivel educativo de Millín, no le dejará tener un espacio social con tanta facilidad, como lo podrían tener otras personas. Se trata, pues, de que el personaje que haga un lugar con su esfuerzo para poder sobrevivir, tal y como lo hace Millín al final de la novela.
Porque la mayoría de la gente pobre no tienen tablets para leer un ebook, ¿estás escribiendo más para educar los educados y más ricos dentro y fuera de Puerto Rico? ¿Cómo intentas traer el mensaje de tu libro a las comunidades pobres?
Obviamente, se eliminan algunos gastos e inconvenientes cuando uno adquiere un libro mediante una tablets. El libro es más barato, por un lado, y por el otro, no es necesario moverse a otro lugar ni pagar transportación para conseguirlo. En el mundo de hoy, una tablets o un teléfono celular, son elementos fundamentales para la supervivencia. Un ebook se obtiene también desde un celular, el cual, provee el gobierno en algunos casos y están al alcance por un costo menor. Los estudiantes universitarios que yo atiendo, tienen por lo menos un celular, de modo que uno puede integrarlo como parte del curso. En ocasiones, la tablets o el celular reducen el costo del libro a la mitad, incluso ayuda a cargar el libro, o muchos libros, hacia todos lados. Ya no es necesario andar con el montón de libros en el patio de la universidad, o en los transportes públicos. En Puerto Rico, hay una clase media y pobre que depende del Gobierno Federal (EU), no del local, para obtener fondos (Beca Pell) para fines educativos. Mi libro El harapiento de Betzaida es ya una expresión de comunidad pobre. No hay duda de que el modo de llegar a esas comunidades parte de la identificación que tienen con el libro como expresión de su clase social y de los nuevos medios de difusión que provee la tecnología, a la cual están apegadas estas comunidades en todo momento. Hay ciertos sectores de la subcultura a quienes les satisface verse retratados en los libros. Por ejemplo, mi libro El harapiento de Betzaida ha circulado en formato tradicional, en algunas instituciones y hogares de rehabilitación, y sé que los confinados se lo han pasado de mano en mano por el deleite de verse representados en la literatura puertorriqueña.
¿Cuáles historias has planificado con tu próximo libro? Ya que has capturado la vida de los pobres, ¿quieres examinar las vidas de la clase media y/o alta en Puerto Rico?
Como tú sabes, los autores viven insertados en los canales de su clase social. Es decir, las obras son universos imaginarios que expresan la clase social a la cual el autor ha pertenecido y de la cual ha recogido unos elementos fundamentales a lo largo de su vida. Si fuese a escribir de la clase alta, tendría que hacerlo por el procedimiento que yo llamo documentación, es decir, un estudio exhaustivo de los valores de esa clase, lo cual es interesante. No es que no me interese; todos los componentes sociales son interesantes y algo edificante debe salir de cada uno. Ahora bien, estoy escribiendo sobre el mismo tema (criminalidad, drogas, delincuencia, rehabilitación, rechazo social) un nuevo libro que tiene 29 capítulos ya, de un total de 30, lo cual supone que con 10 páginas más, terminaría la novela. Cuando las personas terminan de leer El harapiento de Betzaida, me dicen que les hubiese gustado que fuera más extensa para continuar dentro de ese mundo imaginario. Yo trabajo los libros con un plan bien estructurado, que a su vez, se convierte luego en un compromiso conmigo mismo. El harapiento tenía un plan de novela rápida y contundente, propia para leerse en unas cuantas horas o en varias noches. Este nuevo libro es más extenso. Se trata de un mundo totalizante, una explicación compleja de una sociedad compleja. Por eso lo quería muy extenso. Es lo que Cortázar decía sobre la novela: que debe ganarse al lector poco a poco y por puntos, en vez de “knock out”, como lo haría un cuento. Contrario a lo que sucede en El harapiento de Betzaida, en cuyo texto aparecen hogares de rehabilitación manejados por personas corruptas, mi siguiente libro se desarrolla en un hogar de rehabilitación que está administrado por una persona íntegra, de gran calidad moral y de buenos principios cristianos. La maldad no emana de él, sino de muchas personas que le rodean. Se plantea un modo de vivir, tratando de hacerle bien a una sociedad, que tal vez esté tan llena de maldad, que ya no desea el bien para sí misma porque ha aprendido a vivir así. Las sociedades cometen suicidios colectivos
¿Cuáles son los retos para un escritor puertorriqueño en la isla?
Es importante provocar que la sociedad piense. Los políticos que tenemos son el producto de la inconciencia colectiva, que se ha dejado engañar a lo largo de los años. Infinidad de puertorriqueños tienen escasa conciencia de la repercusión de sus actos. Y esto, ya no es de clases pobres solamente. Cuando los políticos tradicionales y fáciles, de clase alta, hundieron al país en la deuda que todos tenemos hoy como país, lo hicieron con una inconciencia ramplona que no les permitió prever el resultado. Es preferible pensar que lo hicieron con inconsciencia, a que lo hicieron con maldad. El pueblo sube y baja políticos del poder, sin saber que está poniendo al mismo, aunque tenga otro nombre u otro partido. ¿Qué nos falta? Ante todo nos falta educarnos mejor. Investigar, pensar, analizar, leer, documentarnos. Debemos aspirar a ser más enciclopedistas y más Siglo XVIII, como decía Rubén Darío. Muchos puertorriqueños no leen, no se instruyen. No saben de autores, no saben de complicadas ideas, ni de grandes movimientos a nivel mundial, ni de conflictos ni soluciones en otros lugares del planeta. ¡Teniendo computadoras, Ipod, tablets y celulares! Muchos las usan para jugar y no para educarse. Cuando usted les dice que los americanos no inventaron el jet a propulsión a chorros o la televisión, ellos no lo creen. Para ellos Estados Unidos creó el mundo por segunda vez, ¿y quién sabe si porfían que lo hizo mejor que Dios? Tenemos todavía lo que Vargas Llosa llamaba “paraísos de ignorancia”. Necesitamos educarnos más como pueblo. Sócrates pensaba que educando a las personas hay una gran posibilidad de hacerlos buenos. Tenga o no razón, un educado siempre es más útil socialmente, que quien no lo sea. El reto fundamental de un autor puertorriqueño es que se proponga abrir cada día una cuota considerable de ojos, para que podamos ver mejor dónde estamos y así generar un cambio hacia una sociedad mejor.
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Jonathan Marcantoni is a Puerto Rican novelist and co-owner of Aignos Publishing. His books, Kings of 7th Avenue and The Feast of San Sebastian, deal with issues of identity and corruption in both the Puerto Rican diaspora and on the island. He is co-founder (with Chris Campanioni) of the YouNiversity Project, which mentors new writers. He holds a BA in Spanish studies from the University of Tampa and a MH in creative writing from Tiffin University. He lives in Colorado Springs and can be reached at jon.marcantoni@gmail.com.
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