Participar en sistemas carcelarios (OPINIÓN)

Jul 15, 2020
1:43 PM

(Foto AP/Christian Cheavez)

Por Norma A. Herrera

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Vemos a la administración de Trump implementando acciones increíblemente violentas e inhumanas contra los inmigrantes y entendemos a través de la cultura popular que nuestro país encarcela a más personas que ningún otro país en la historia de la humanidad. Sabemos que esas acciones se originan en una ideología racista y xenófoba. Los ayudantes del presidente Nixon nos explicaron de manera explícita que el racismo contra las personas negras y los afrodescendientes impulsó la guerra contra las drogas. También el presidente Trump nos cuenta de manera explícita que su odio por los inmigrantes de color informa sus políticas de inmigración.

Una ideología racista impulsa las políticas de la estructura sociopolítica del poder blanco. Eso tiene sentido para nosotros y podemos entenderlo. Pero a menudo las personas en las líneas del frente, los burócratas que ponen estas políticas en acción son personas de color. Particularmente aquí en el Valle del Río Grande, el policía local que encarcela a las personas que roban para sobrevivir o alimentar una adicción a las drogas es un mexicano de color. El agente de la Patrulla Fronteriza que se encuentra en el puente internacional e impide que los centroamericanos busquen asilo es, con frecuencia, un mexicano de color. El agente de

Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) que visita diariamente la cárcel de nuestro condado para recoger a personas indocumentadas y encarcelarlas en un centro de detención es casi seguramente un mexicano de color.

En nuestras visitas con los jefes de la policía local para pedir que limiten la colaboración con ICE y la Patrulla Fronteriza, casi todos nos confiesan que no son anti-inmigrantes y que de hecho vienen de una familia de inmigrantes. Recuerdo que varios jefes de policía nos dijeron que sus abuelos vinieron de México y que están orgullosos de ser descendientes de inmigrantes. Y, sin embargo, todos los días toman acciones o miran hacia otro lado con respecto a las acciones tomadas por otros que resultan en la encarcelación en masa, detención y deportación de inmigrantes, y separación familiar. 

¿Cómo le damos sentido a esto? ¿Cómo es que, si la encarcelación en masa y la criminalización de el derecho de migrar fueron impulsados por la estructura sociopolítica del poder blanco, como es que se mantienen esos sistemas por comunidades de color como la de nostros en el Valle del Río Grande?

Podemos enfocarnos en algo que dijo el abolicionista y activista Morgan Bassichis, y eso es que los mismos sistemas que estamos trabajando para desmantelar viven dentro de nosotros. Podemos extender ese concepto a los sistemas carcelarios. Los sistemas carcelarios viven dentro de nosotros y participamos en ellos hasta cuando no los cometamos de manera intencional. Internalizamos y encarnamos las ideologías carcelarias.  

Les voy a dar un ejemplo de mi vida personal. Algo que creo que es muy común, especialmente en estas partes del país. Mi familia es de México y yo nací en México. Cuando yo tenía tres años de edad, mis padres se vinieron al Valle. Fuimos indocumentados y yo siempre lo supe y lo sentí. Sabia que tenia que ocultar mi estatus legal. Creo que porque era chiquita y no me había tocado otra cosa, empecé a sentirme culpable y me daba pena ser “ilegal”, una palabra que comunicaba algo malo y criminal. Cuando mi papá fue arrestado y detenido después de una redada en su lugar de trabajo, me pregunte que si tal vez él había hecho algo malo para merecerlo. Nos quedamos sin ingresos durante meses y con más ganas me pregunté si éramos culpables. ¿Cómo nos podrían haber tratado tan mal si no porque habíamos hecho algo malo para merecerlo? Ahora me da tristeza confesarlo, pero hasta llegue a culpar a mis padres por habernos traído a vivir aquí. Les tenía rencor y en unos tiempos estaba segura que habían hecho algo criminal y que su arresto, detención y deportación era algo lógico y razonable. Había internalizado la ideología carcelaria que dice que es necesario controlar la migración por medio de agencias de ley policiacas, cárceles para inmigrantes y separaciones forzadas.

Los sistemas carcelarios viven dentro de nosotros. No son sistemas discretos fuera de nosotros que podemos desmantelar sin examinar críticamente cómo configuran nuestras ideas, estrategias y visiones.

Lo que esto me enseña es que para desmantelar los sistemas carcelarios que dependen de la policía y leyes criminales para la seguridad, el castigo y el control de inmigración, tenemos que mirar hacia adentro tanto como miramos hacia afuera. Cuando miramos hacia afuera, sólo simulamos que estos sistemas existen fuera de nosotros mismos y que se pueden desmantelar como entidades discretas que no están enredadas en nuestra cultura, nuestras prácticas y nuestras creencias. Para poder involucrarme yo en el trabajo de despenalizar la migración, primero tuve que examinar mis creencias más profundas. 

Les voy a dar otro ejemplo. Algo que pasa cuando alguien comete un acto violento o dañino entre personas. Lo que vemos es que a menudo el rendimiento de cuentas en la comunidad tiende a implicar vergüenza pública y exilio. Cuando el exiliado ya no puede volver a la comunidad, no puede encontrar un empleo y no tiene opciones que le permitan ser responsable de sus acciones pero que no conlleven castigo y destierro, entonces esa persona ha sido sometida a algo que se le parece mucho a la justicia carcelaria. Cuando a la persona que fue dañada se le dice cómo debe ser la justicia para ellos sin tener en cuenta sus propias necesidades y deseos, eso también se le parece a la justicia carcelaria. Y cuando las prácticas de nuestra comunidad no les permiten a los dos un espacio para seguir existiendo juntos en cualquier forma que encuentren más curativa, eso, nuevamente, recrea la justicia carcelaria.

La autora, profesora, y feminista bell hooks nos enseña que tanto hombres como mujeres y personas que no conforman a un género pueden participar en el sexismo porque es un sistema – una forma de pensar y comportarse, así como un marco institucionalizado – y no una identidad basada en el género. Es la misma idea: no hace falta trabajar en una cárcel para ser carcelario. Todos internalizamos, encarnamos y manifestamos el carceralismo en cierta medida u otra.

Podemos imaginarlo como un espectro de manifestación y participación en sistemas carcelarios. Los policías o agentes de la Patrulla Fronteriza que encarcelan o detienen a personas día tras día tienen una participación absoluta; es su ideología y su profesión. Pero el resto de nosotros participamos y manifestamos en grados menores, pero aún así significativos y medibles.

Esto nos lleva a una definición del abolicionismo basada en la definición de feminismo de bell hooks. El abolicionismo es, por lo tanto, el movimiento para acabar —identificar y desmantelar— los marcos y sistemas carcelarios en nosotros mismos —nuestro pensamiento y acción— y nuestros entornos, culturas e instituciones. 

Así que, si no estamos mirando hacia adentro y si no estamos auto evaluandonos, no estamos haciendo un trabajo abolicionista. Si las prácticas que desarrollamos recrean las mismas prácticas punitivas y dañinas inherentes al sistema de justicia penal, entonces no estamos haciendo un trabajo abolicionista. Y si no estamos considerando a los individuos que participan en sistemas carcelarios como seres humanos que sostienen y manifiestan carceralismo pero no son carceralismo en sí, entonces no estamos haciendo un trabajo abolicionista.

Nada de esto es para ofender o desanimar. A lo contrari, si realmente entendemos que los sistemas opresivos y dañinos viven dentro de nosotros, es mucho más fácil ver a la humanidad en cualquier persona que se comporta de manera opresiva y dañina y darse cuenta de que ellos también están actuando bajo la influencia de algo que los penetra a ellos y a todo en nuestro mundo. Porque como dice la abolicionista Mariame Kaba con respecto a la violencia sexual, esto no es una historia de monstruos individuales. Hay que pensarlo de una manera más compleja si realmente vamos a erradicar el uso de las cárceles. Hay que reconocer nuestra propia complicidad en sistemas carcelarios aunque tal vez no los estemos poniendo en acción de manera intencional.

Porque como dice Mariame Kaba, cuando siempre estás en una posición de ver todo como fuera de ti, siempre estás en un papel de organizador o activista y tal vez no de participante. Si estos sistemas no vivieran dentro de nosotros, serían mucho más fáciles de desmantelar, y reconocer eso nos puede dar cierta comprensión sobre el alcance de los sistemas carcelarios y las formas en que podemos trabajar para abolirlos.

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Norma A. Herrera es una organizadora comunitaria en el Valle del Río Grande en Texas. Se dedica a la lucha contra la criminalización de las comunidades inmigrantes y latinas y contra la militarización de la frontera entre Texas y México.