La educación en tiempos de pandemia: Por qué necesitamos reducir la velocidad por el bien de la salud mental

Mar 27, 2020
12:24 PM

(AP Photo/John Minchillo)

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El COVID-19 no es la única pandemia en nuestra nación. Más de 46 millones de adultos sufren de trastornos mentales—la ansiedad y depresión son los más comunes. Lo que es peor, los trastornos mentales también afectan a nuestros hijos. Uno de cada seis niños estadounidenses entre 6 y 17 años tiene una enfermedad mental como depresión o ansiedad. Varias investigaciones han demostrado que la ansiedad y la depresión son tanto sociales como biológicas. Las crecientes demandas en el trabajo, la escuela y las presiones de la vida cotidiana han contribuido al creciente número de enfermedades mentales en los Estados Unidos. Gracias al coronavirus, nuestro mundo ha cambiado drásticamente de un día para otro, y en este momento todos somos más vulnerables, especialmente los niños.

Mi hijo de 9 años sufre de ansiedad. Generalmente es un niño tranquilo y bien comportado, pero cuando esta ansioso, se agita, se pone de mal humor y, en general, es más desafiante. Sus síntomas suelen ser dolor de estómago y náuseas, por lo que no me sorprendió cuando comenzó a quejarse de dolor la última semana de clases. Fue la misma semana que el Distrito Escolar Independiente de Houston (HISD) tomaría la decisión de cerrar las escuelas hasta fines de marzo debido a las crecientes tasas de infección de COVID-19. Mi hijo, como todos sus compañeros de clase, estaba escuchando historias de COVID-19 causando muertes en todo el mundo, y algunos niños incluso habían escuchado que se verían obligados a terminar el año escolar por el internet. “Escuché que tendríamos que sentarnos en la computadora de 8AM a 8PM y no levantarnos,” reveló mi hijo un día en la cena. “Eso no está bien, mamá, al menos deberíamos tomar un descanso, ¿verdad?” preguntó genuinamente preocupado. Parecía que lo que provocó la mayor ansiedad para él no fue el virus, sino la incertidumbre de las muchas pérdidas que podría enfrentar en los próximos días. Sin siquiera tener un minuto para abordar esas preocupaciones, el distrito cerró sus escuelas. El jueves por la noche nuestros hijos se fueron a la cama y el viernes por la mañana descubrieron que no iban a volver a la escuela.

Si bien yo estaba agradecida por la hora más de sueño, para mi hijo fue una sorpresa desagradable y cuando revise los mensajes de texto de mis comadres, parecía que sus hijos también estaban en shock. Poco después recibimos noticias de que las escuelas se quedarían cerradas hasta el 10 de abril y potencialmente por más tiempo. Las pérdidas continuaron, las excursiones, los tutoriales, las prácticas y los juegos, las reuniones de amigos en el recreo y durante las vacaciones de primavera se cancelaron, sin saber cuándo regresarían, algunas cosas se perdieron para siempre.

Como antropóloga médica, entiendo la verdadera amenaza que representa la pandemia actual para la salud; sin embargo, debemos tomar una pausa y también considerar el posible impacto a la salud mental de nuestra respuesta colectiva. Antes de que los líderes políticos y educativos salten a transferir nuestra educación primaria, secundaria y preparatoria al internet, o que les pidan a los padres que sean los nuevos maestros de sus hijos, debemos pensar en la salud mental de los niños (y sus padres).

Nuestros niños necesitan tiempo para comprender lo que está sucediendo, mitigar los temores al virus y aprender a aceptar las cosas importantes que están perdiendo. Algunos niños incluso perderán miembros de su familia cuando todo esto termine. Necesitan tiempo para lamentar y entender que las cosas tal vez nunca volverán a ser iguales, para aceptar que tal vez nunca volverán a ver a sus amigos o maestros en el mismo salón de clases. Una clase o una excursión cancelada pueden parecer insignificantes dadas las circunstancias, pero estas son las actividades diarias que son profundamente significativas y valiosas para nuestros niños, tanto para su sentido de comunidad y conexión humana como para su estabilidad. Esta estabilidad se ha interrumpido y todavía no sabemos cuándo volverá. Pero eso no es todo, para muchos niños, la escuela es un refugio del estrés en sus hogares, un lugar libre de abuso físico y / o psicológico. COVID-19 está infectando todo. Con la angustia mental y emocional alta para todos en este momento, los niños corren un riesgo aún mayor de abuso y trauma.

Necesitamos reducir la velocidad, aceptar que el aprendizaje y los puntos de referencia que usan las escuelas para medirlo se verán diferentes durante algún tiempo. Lo más importante es verificar el bienestar mental, emocional e incluso espiritual de nuestros hijos. Estamos en medio de una crisis global. Este no es un momento para presionar a los niños (o padres) con hojas de trabajo, educación en el internet o el impulso de seguir en marcha con los exámenes estandarizados o la preparación para la universidad. Este es un momento para modelar la compasión. Este es un momento para asegurarnos de que nuestros hijos se sientan seguros y amados, y para asegurarse de que las familias tengan tiempo para adaptarse a una nueva normalidad.

En este momento tenemos la oportunidad y la responsabilidad de enseñar, practicar y modelar estrategias de afrontamiento como la paciencia, y la comunicación en familia, para que la cantidad de niños que sufren de ansiedad y depresión no aumente. Los líderes educativos deben ser flexibles y honestos con las familias. Comuníqarles a los padres que ellos mismos pueden estructurar el aprendizaje de cualquier manera que funcione y tenga sentido para sus familias. Recordarles a las familias que todos estamos bajo inmensa presión y que no esperen que los padres sepan cómo educar a sus hijos en matemáticas, ciencia, historia y literatura americana de un día para otro, mientras también continúan trabajando y cuidando a su familia. Por favor diganle a los padres que su único trabajo en este momento es amar y apoyar a sus hijos durante esta crisis. Ningún padre o hijo debe sentir la presión de mantenerse al día acerca del trabajo escolar durante una crisis global. El nivel de trauma colectivo que quedará después del COVID-19 depende de nosotros.

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Elizabeth Farfan-Santos, Ph.D. es profesora de antropología en la Universidad de Houston. Twitter: @ChicanaAnthropo.