The first contribution to the #NotasDeCasa series is a thoughtful contemplation on the function of art in the context of resistance, a theme that most Latinos, if unable to directly relate to, are at least aware of within our home countries. For so many of us, our existence is an exercise of conflict dueling colonial and colonized identities within. Art can serve as an anchor point, one of many which are necessary, to comprehend the evolution, and possibilities, of ourselves and our communities.
Entendida como una herramienta crítica, la práctica del Resistir (o de la Resistencia) que hemos visto resurgir en los últimos tiempos en América Latina, se nos presenta también como un símbolo, una forma de emergencia de una práctica estética a través de la que podemos comprender lecturas donde el arte y la historia del arte son los principales dispositivos de interpretación de la ciudad.
La escultura monumental que ha sido erigida en Santiago de Cali (Colombia) como representación de los intensos días de resistencia ciudadana, es un antebrazo de más 10 metros de altura que termina en la mano sosteniendo un cartel en el que se puede leer la palabra “Resiste”; puño en alto que se levanta como símbolo de la frágil humanidad en “grandeza” moral de resistencia frente al horror de los violentos y brumosos meses de Paro Nacional.
Se inserta en el paisaje como una efigie de esos elementos de fuga (lo intempestivo nietzscheano), y en contraste con la aparente propensión derribadora de monumentos actual, -la controversia sobre la estatua del General Baquedano en Chile, es un sólo ejemplo entre muchos otros-; El Monumento a la Resistencia es una obra donde ningún contexto determina una época, porque ningún contexto puede cerrar el movimiento de las herramientas mentales y perceptivas (fuerzas psíquicas) de quienes viven en un tiempo particular.
La angustia de semanas de incertidumbre generadas en el marco de las protestas del último Paro Nacional en Colombia iniciado el pasado 28 de abril de 2021, se concentraron en la ciudad de Cali con especial intensidad, situación que se manifestó también con la construcción colaborativa del Monumento a la Resistencia, brazo levantado que intenta liberarse en un gesto de inmutable fortaleza.
Resiste como el símbolo de una negociación con el caos autopoiético de esas fuerzas psíquicas dionisíacas y apolíneas. Pues tanto Apolo como Dionisio son fuerzas creativas, afirmadoras de la vida, donde el elemento dionisíaco es una discontinuidad creadora, un devenir plástico en polaridad con Apolo, en una relación de fuerzas.
Como síntomas característicos de una sociedad en proceso de mutación, el resistir pone de manifiesto zonas determinadas de la ciudad, identificándolas; Puerto Resistencia, donde se ubica la escultura, la Loma de la Dignidad, el Paso del Aguante, la Portada a la Libertad, el Puente de las Mil Luchas, ApoCalipso…
El poder revelador de esta dinámica radica quizá en que la temporalidad de la transmisión no se trata de un nexo que se basa en la similitud sino en una conexión, una coexistencia de tiempos diferentes, una temporalidad dúplice a través de imágenes que sobreviven las formas y donde la esencia del arte puede revivir, renacer, atravesar el tiempo.
El material plástico es capaz de todas las transformaciones o metamorfosis, y la belleza también tiene un lado terrible, un rostro del caos.
Nietzsche nos habla de lo apolíneo y lo dionisíaco como impulsos nacidos de una conciencia poética en una reciprocidad e interdependencia de la relación de verdad-apariencia donde Dionisos se vale de Apolo para presentarse.
Pero es el mensaje del caos primitivo el que produce una imagen superviviente cuya carga emocional es un testimonio de estados de ánimo convertido en imagen, en la que, en un tiempo histórico que no es totalmente fluido sino cargado de tensiones y discontinuidades, esas imágenes son concebidas como síntomas de todo aquello que afecta y transforma a una cultural.
Es allí donde las generaciones posteriores pueden buscar las huellas permanentes de las conmociones más profundas de la existencia humana.
La obra se realizó durante 17 días de verdadero trabajo colectivo y con el conocimiento de ser los objetivos de una violenta represión policiva, respuesta estatal y también de actividades paramilitares frente a las protestas ciudadanas nacionales, previa, durante y posterior a las dispersas mesas de diálogos.
Tanto la creación, el levantamiento como la escultura misma fueron recibidas como una efracción que contiene la potencia para quebrar la linealidad del tiempo y permite dejar un testimonio, así sea infraleve, a través de detalles como los rostros, los nombres, las fechas y cifras que a manera de homenaje, están inscritos a todo lo largo de la escultura.
Elementos que expresan esa energía pulsional surgida de los encuentros alrededor de la vitalidad generosa de las ollas comunitarias, y que tienen la capacidad de devolvernos la memoria, pues su agitación emotiva puede ser encontrada en “la ambigua penumbra en la que el viviente acepta confrontarse con las imágenes inanimadas que la memoria histórica le transmite para devolverles vida”.
Y es que se trata de la manifestación de un sentido latente, como una imagen que se carga de tiempo, que se torna dinámica y cargada de emoción; no se puede percibir pero es energía en movimiento cuya plasticidad de movimiento es una plasticidad del devenir.
Es decir, un juego de relaciones de fuerzas plásticas apolíneas y dionisíacas que permiten las fracturas en la historia en la que vive, en la que sobrevive el pasado.
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Resistance as an Aesthetic Practice
Understood as a critical tool, the practice of Resistir (Resistance or Resisting) that we have seen re-emerge in recent times in Latin America is also presented to us as a symbol, an emergence of an aesthetic practice through which we can understand readings where art and art history are the main devices of interpretation of the city.
The monumental sculpture that has been erected in Santiago de Cali (Colombia) as a representation of the intense days of citizen resistance is a forearm more than 10 meters high that ends in the hand holding a sign on which we can read the word “Resist,” its fist raised as a symbol of the fragile humanity in moral “greatness” of resistance against the horror of the violent and foggy months of the National Strike.
It is inserted in the landscape as an effigy of those elements of escape (the Nietzschean untimely), and in contrast to the apparent propensity to demolish monuments today —the controversy over the statue of General Baquedano in Chile is only one example among many. The Monument to the Resistance is a work where no context determines an era, because no context can close the movement of the mental and perceptive tools (psychic forces) of those who live in a particular time.
The anguish of weeks of uncertainty generated in the context of the protests of the last National Strike in Colombia, which began on April 28, was concentrated in the city of Cali with special intensity, a situation that also manifested in the collaborative construction of the Monument to the Resistance, a raised arm that tries to free itself in a gesture of immutable strength.
The arm resists as a symbol of a negotiation with the autopoietic chaos of those Dionysian and Apollonian psychic forces. For both Apollo and Dionysus are creative, life-affirming forces, where the Dionysian element is a creative discontinuity, a plastic becoming in polarity with Apollo, in a relationship of forces.
As the characteristic symptoms of a society in the process of mutation, in resistance, highlights certain areas of the city, identifying them. Puerto Resistencia (Port Resistance), where the sculpture is located, the Loma de la Dignidad (Hill of Dignity), the Paso del Aguante (Endurance Pass), the Portada a la Libertad (Doorway to Freedom), the Puente de las Mil Luchas (Bridge of a Thousand Struggles), ApoCalipso…
The revealing power of this dynamic consists, perhaps, in the fact that the temporality of the transmission is not a nexus based on similarity but on a connection, a co-existence of different times, a duplicitous temporality through images that survive the forms and where the essence of art can revive, or be reborn, cross time.
Plastic is capable of all transformations or metamorphoses. Beauty also has a terrible side, a face of chaos.
Nietzsche speaks of the Apollonian and the Dionysian as impulses born of a poetic consciousness in reciprocity and interdependence of the relation of truth-appearance where Dionysus uses Apollo to present himself.
But it is the message of primitive chaos that produces a surviving image whose emotional charge is a testimony of moods converted into images, in which, in a historical time that is not totally fluid but charged with tensions and discontinuities.
These images are conceived as symptoms of everything that affects, and transforms, a culture.
It is there where following generations can look to for the permanent traces of the deepest turbulence of human existence.
The work of building the monument was carried out over 17 days of true collective work, and with the knowledge of being the targets of violent police repression, state response, and also paramilitary activism in the face of national citizen protests before, during, and after scattered dialogue with officials.
The creation, the uprising, and the sculpture itself were received as an effraction that contains the power to break the linearity of time and allows to leave a testimony, even if it is infraleve, through details such as the faces, names, dates and figures that, as homage, are inscribed throughout the sculpture.
Elements that express that growing inertia arising from these encounters, around the generous vitality of the community pots; that have the capacity to bring us back to memory, since their emotive agitation can be found “in the ambiguous twilight in which the living being accepts a confrontation with the inanimate images transmitted by historical memory in order to bring them back to life.”
And it is this manifestation of a latent sense, like an image that is charged with time, that has become dynamic, charged by emotion—unable to be perceived, there is energy in movement, whose plasticity is one of becoming.
That is to say, a play of relations of plastic Apollonian and Dionysian forces that allow the past to survive through the fractures in the history in which it lives.
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Canin Carlos (Culture Clap) is an artist, entrepreneur and educator. His book of poetry is called White Like Me, The Incoherent Ramblings of an Unmedicated Adolescent. He also has a code ebook called Rebel Coding. You can find him on your favorite social media platform as Culture Clap.