En esta serie de cinco entrevistas, se interroga la producción artística indígena kichwa de los creadores audiovisuales Eriberto Gualinga (Selva Producciones) y José Espinosa (Ayllu Records); la música etno-contemporánea de Ana Cachimuel y el grupo Yarina; y la poesía bilingüe de Lucila Lema y Ariruma Kowii. Ellos son, apenas, un grano de arena en un vasto universo de más de cuarenta y cinco millones de indígenas en América Latina, pero representan bien la vitalidad, creatividad y lucha contemporánea de estos pueblos ancestrales por alcanzar su pleno reconocimiento y autodeterminación cultural, política y social. La coordinación y edición final de este proyecto estuvo a cargo de Juan Carlos Grijalva, profesor invitado del Programa de Español y Portugués de la Universidad de Massachusetts-Amherst, como parte del seminario de posgrado Literature as Otherness: Indigenismo in Latin America, impartido durante el semestre de primavera del 2016.
En esta quinta y última entrega, Nicholas P. Pezzote entrevista a Ana Cachimuel, representante de relaciones públicas del grupo musical Yarina, nombre kichwa que significa recuerdos en español. Esta agrupación musical nació en 1984, lleva siete discos producidos y está compuesta por once miembros de un mismo clan familiar: Roberto Cachimuel, Rumi Cachimuel, Curi Cachimuel, Tupac Cachimuel, Ati Cachimuel, Manuel Cachimuel, Ana Cachimuel y Kaya Cachimuel, entre otros. Yarina trae los orígenes de su tradición musical en la sangre de sus integrantes, afirmando en el presente, la celebración de la lengua, los ritmos, bailes y cantos nativos ancestrales de su pueblo.
Ana
Para nosotros, cantar es tan importante como comer
La música indígena para nosotros es parte de la identidad. En Ecuador, nosotros estamos divididos en provincias, que es como decir estados allá. Entonces las 21 provincias que hay acá, tiene cada una su pueblo y su nacionalidad. En su mayoría nosotros hablamos el kichwa como idioma oficial de los indígenas. Hasta el gobierno actual, el kichwa no estaba oficializado como lengua materna de aquí. En este gobierno se reconoce la importancia de tener un idioma oficial, un segundo idioma oficial y también hay otro, que es un tercero teniendo en cuenta las poblaciones más grandes de los pueblos.
Entonces cada pueblo habla kichwa en su mayoría, con diferentes acentos, pero nos entendemos. En las comunidades indígenas es muy importante expresar el sentimiento a través de la música. La música es parte fundamental del desarrollo de la comunidad, de la vivencia entre pueblos hermanos. A través de eso se van expresando las ideas que uno tiene, las protestas que uno tiene, el dolor que uno tiene. El pueblo kichwa baila el dolor, el pueblo kichwa canta la alegría. Muchas veces se canta la muerte y se baila la muerte, y muchas otras etnias no entienden por qué, pero es parte de una expresión cultural importante dentro de las manifestaciones culturales que nosotros tenemos.
Y para nosotros y para mi familia ha sido muy importante cantar y bailar porque nosotros sentimos que a través de eso el kichwa sigue tomando vida. El kichwa ahora está en peligro de extinción. Yo siempre pongo este ejemplo: mi bisabuelo lo habló perfectamente, mis abuelos también, mis padres también hablaron con nosotros y nosotros hablamos con nuestros hijos, pero nuestros hijos ya no nos responden. Estamos en ese grado de peligro. Entonces en Yarina, como grupo, nos hemos dedicado a cantar en kichwa con el firme objetivo de revitalizar nuestro idioma; entonces no es solamente cantar por cantar, bailar por bailar. Detrás de eso hay un objetivo más grande que es el de recuperar y darle vida al idioma, hacerlo querer, hacer ver lo lindo que es tener un idioma propio para comunicarnos.
Hablar por medio de la música, por medio de los cantos no es solamente expresar lo que uno siente, es también un objetivo como familia que nosotros nos hemos trazado, viendo esta necesidad. Yo personalmente con mi familia viví como 15 años en Boston. Y fue muy duro porque nos alejamos de la tierra, de la familia, y volver al país para integrarse a la sociedad es difícil. Pierdes familia, los papás están más viejitos. Hay un lapso de tiempo en el que desapareciste. Y el trabajo que nosotros hacemos es con el pueblo, entonces es muy preocupante que no te puedas reinsertar porque ya has perdido mucho espacio. Entonces haciendo música, haciendo proyectos como gestora cultural también, ha sido importante recuperar ese espacio. Para nosotros, para los pueblos indígenas de América Latina, cantar es tan importante como comer. Porque es parte de nuestra vida. Nosotros utilizamos los cantos como una forma de comunicación. Creemos que el escenario no es un lugar donde salimos como estrellas, sino que pensamos que es un medio de comunicación directa con el pueblo.
Somos un grupo de familia y sabemos qué es lo que queremos hacer
Yarina es un proyecto que se inició con mis padres. Mi padre no es músico, tocaba un poco la guitarra. Yo me integré a los 6 años al grupo, sin entender verdaderamente de qué se trataba, incluso no sabíamos qué proyecto estaba verdaderamente detrás de esto. Pero mi papá lo tenía muy concebido, y todos los hijos íbamos formando parte de la banda. Con el pasar del tiempo nosotros entendimos cuál era el objetivo de él. Nosotros cantábamos en las manifestaciones culturales, cantábamos en las huelgas, cantábamos en las calles, pero muchas veces, incluso de niños, lo hacíamos solamente por la comida porque nosotros somos once hermanos y de alguna manera teníamos que ayudar a la familia. Mi papá era un dirigente de las organizaciones indígenas campesinas, y en esos tiempos en los años 80, no tenía un sueldo para vivir de eso. La lucha indígena no era sustento para la familia, sino más bien le hacía perder mucho dinero, y por eso nosotros empezamos, porque no había comida y teníamos que ayudar a llevar la comida a la casa. Entonces la conexión está permanente entre nosotros. Lo bonito es que ahora los jóvenes también están queriéndose integrar bajo estos objetivos, porque se sabe cuál es el peligro en el que nosotros nos encontramos como pueblo y nacionalidad. Somos tan vulnerables que si no nos ayudamos entre nosotros, se aceleraría el tiempo de extinción en el que nosotros nos encontramos.
https://youtu.be/Pwqm_kVhX9o
Yarina nació en 1984 primero por necesidad de sobrevivir, y luego por necesidad de seguir cantando y de recuperar nuestro idioma. El 80 o 90% de las canciones son composiciones en kichwa, la mayoría hechas por mi padre. Hemos sido formados por mi papá, armamos este grupo porque queríamos ver si se podía vivir de la música. Y nosotros queremos creer en eso. Es muy duro, muy difícil dentro del arte musical tener una vida digna. Nosotros hemos tenido algunos encuentros con artistas internacionales muy buenos; estuvo hace muy poquito aquí una artista del norte de Suecia que se llama Luisa Laine que hace música judía en yiddish. El yiddish es un idioma que se perdió prácticamente. Ella también es antropóloga, y va recuperando poemas que encuentra y los empieza a musicalizar. Parte de nuestro trabajo ahora con Yarina es la creación de una escuela de arte aquí en Otavalo. Para trabajar con los niños de la comunidad y hacerles ver que el arte es tan importante como estudiar cualquier otra cosa. Entonces estamos ofreciendo al arte como una educación complementaria, no alternativa. Hablamos siempre que vienen artistas y los presentamos en nuestro centro cultural, hacemos una pequeña charla, porque los músicos quieren saber si la realidad de los músicos es igual aquí en Ecuador que en otros mundos, y verdaderamente es duro vivir de la música porque la música no es una industria que te de mucho dinero. Pero al momento de mantener esos diálogos, uno ve que la realidad para todos es igual y no es fácil. Rendirnos sería lo más fácil; dejar y tomar otra carrera, o emplearse en alguna cosa más administrativa más técnica, pero sin embargo entendemos que esta lucha es constante y dura. Nosotros estamos aquí porque queremos creer que del arte sí se puede vivir.
Somos once hermanos los que estamos en este proyecto. Todos los hermanos estamos aquí. Y ahora los sobrinos, las sobrinas están formando parte. Una nueva generación que viene. La primera generación se dedicó 100% a la música. Estudiaron música, sacaron títulos de música, trabajan en lo que es la música. Pero los hermanos mayores nos damos cuenta que sí es necesario tener otro título aparte de la música para poder sustentarse. Entonces la nueva generación ya viene con esa formación porque nosotros vemos esa realidad. Creo que este grupo está fortalecido, unido, compacto, porque somos familia. Si no fuéramos familia yo creo que esto no podría durar mucho tiempo como proyecto musical. Si fuéramos amigos, es fácil de disolver. Manejar un grupo es muy complicado, hay muchas necesidades. Si no se tiene claro el objetivo es fácil abandonar. Entre hermanos nos podemos pelear. Es fácil hacer o decir tantas cosas, pero es tu hermano y va a estar siempre. No le puedes decir ex-hermano, o ex-hermana. Pero si es el vecino, el amigo, el compadre, con él te puedes pelear y quitar la palabra y se acabó. Este grupo tiene tanto tiempo porque es un grupo de familia y sabemos verdaderamente qué es lo que queremos hacer.
Yarina nació como “Yawar Wauki”
En un principio Yarina nació como “Yawar Wauki”, que significa hermanos de sangre, aludiendo a la familiaridad sanguínea que nosotros tenemos. Pasando el tiempo, mi hermano Roberto, el tercer hermano, con algunos hermanos mayores viajaron a Boston con la invitación de un amigo, y Roberto se quedó, porque estos amigos que ahora son compadres le invitaron a quedarse para ver si podía estudiar. Entonces se quedó y estudió en el Berkeley College of Music, y desde ahí toma un rumbo diferente “Yawar Wauki”. Ahí también toma el concepto de Yarina. Fue parte de la creación de un álbum. Roberto creó esa música que se llamó Yarina cantando a todos los hermanos, cantando esa nostalgia que tenía de seguir trabajando aquí en su tierra, cantando a esa ausencia física de los hermanos que ya no estaban trabajando en conjunto. De ahí nace este proyecto que se llamó Yarina. Y también un poco aprovechando la pronunciación de todos los compañeros extranjeros que no podían pronunciar “Yawar Wauki”, es muy complicado, entonces aprovechamos un poco. De ahí nosotros nacimos. El significado entonces es el recuerdo de los hermanos de sangre. Pero quedamos como Yarina, un poco por la cuestión de marketing para que sea más digerible la pronunciación.
Cantar a la muerte, cantar a la felicidad
Ojaja es un ritmo tradicional que aquí dentro de los pueblos andinos estaba desapareciendo. Son ritmos tradicionales que se los hace solamente en el mes de junio. El mes de junio nosotros celebramos la época de la cosecha, del maíz; entonces, por celebrar y compartir todos los frutos que se reciben en el mes de junio, que es para nosotros el solsticio de verano. Ahí nuestros abuelos tocaban este ritmo que ya después de la conquista española lo impusieron como San Juan. Pero dentro de nuestra cosmovisión andina, nosotros lo llamamos el “Inti Raymi”, que es la fiesta del sol. Entonces nuestros abuelos cantaban y tocaban los rondines, las flautas, y con las voces de ellos la forma de agradecer, de decir “Ojaja”, y eso es como llegar a un final, después de bailar toda la noche. El “Inti Raymi” es una época que es fiesta. Aquí en el sector donde nosotros estamos se hace una fiesta por alrededor de cinco días. Empieza con el baño ritual, que es el 22 de junio, en la cascada de Peguche; ahí todo el mundo se va a bañar, a renovar sus energías y empiezan a bailar mañana tarde y noche por cinco días. Y las familias tenemos que tener preparada la chicha porque el ingrediente principal es el maíz y es la época de la cosecha. Todo está relacionado al maíz. La chicha, que es la bebida principal, el mote que es la comida principal, se cocina toda la noche para darle al siguiente día a los bailadores.
Entonces cuando la gente bailaba y les regalaban la comida en la casa de una familia, al final decían “Ojaja” de agradecimiento. Y ese ritmo ya se estaba perdiendo y nosotros como actores culturales, como gestores, como músicos, no hacíamos nada. Entonces parte de la recopilación de todos estos ritmos tradicionales viene de la creación de este ritmo que es Ojaja. Si se tiene la oportunidad de escuchar se verá cómo en la música se va plasmando ese baile comunitario, ese baile que es contra el piso. Hay mucha conexión con el suelo porque es época de agradecimiento a la Pacha Mama, a la madre tierra, entonces a todo eso se baila y al final se dice “Ojaja”, como decir muchas gracias. En esa canción se utilizan casi todos los instrumentos de cuerda, utilizan el rondín, la melódica, los instrumentos de viento como la quena.
En este ritmo no tienen que faltar los cantos y los gritos de los varones. Porque este baile, este canto, es principalmente para los hombres porque ellos son los que están en contacto con la tierra con la cosecha, y las mujeres nos dedicamos a cocinar. Pero ahora la presencia de la mujer en los bailes del Ojaja ya existe, hay un equilibrio de participación dentro de las comunidades kichwa. El machismo existe, pero yo creo que no solamente dentro del mundo indígena, en general, pero siempre nosotros hablamos de la dualidad del hombre y de la mujer, del blanco y del negro, del día y la noche, es dual. Pero se maneja todavía ese concepto donde nosotros buscamos el equilibrio con la presencia de mujer. Nosotros exigimos la participación de la mujer dentro de las actividades. Nos dedicamos a visibilizar el trabajo de la mujer de los pueblos kichwas. Porque en los medios, la presencia de la mujer en la población mestiza que es la más grande, existe. Pero el trabajo de la mujer indígena está totalmente invisibilizado. Entonces bajo este proyecto nosotros vamos investigando y hemos descubierto a lo largo de la historia mujeres tan importantes para nuestra comunidad y nosotros vamos visibilizando la importancia de ellas; el trabajo de la mujer, su importancia en la sociedad y ese equilibrio que debe existir en el trabajo para que sigamos construyendo una sociedad igualitaria.
https://youtu.be/kMZMK8J8lWk
El proceso de creación se hace muy individual y particular
Dentro de Yarina, cada uno de los hermanos tiene su participación. La mayoría de los hermanos y hermanas son cantautores. El proceso de creación se hace muy individual y particular. Luego de eso hacemos una reunión y lo plantean. Yo no escribo nada en general. Yo estoy más dedicada a la coordinación general, al montaje, a las relaciones sociales, a todo eso. Pero mi hermana, por ejemplo, mucha gente la considera una cantautora excepcional porque ella canta la realidad de una forma… canta a la muerte, canta a la felicidad del nacimiento del hijo, canta al dolor que ella sufrió cuando no pudo tener a su primera hija, pero al momento de escribir eso se da cuenta que mucha gente tiene conexión con eso. Ella escribe muy lindo. Juntamente con otro hermano hace la parte de la musicalización. Roberto, el director musical del grupo, generalmente tiene muchos arreglos. En los 7 álbumes que tenemos, la mayoría de las composiciones están bajo el nombre de él, pues él las ha hecho; muchas de las grabaciones las ha hecho cuando vivía en Boston, solo, desde la composición de los arreglos, hasta la grabación final, la masterización. Más bien al proyecto de él nos hemos sumado, y la idea de él era seguir trabajando de esa manera.
Ahora podemos conectarnos por Skype y la tecnología está totalmente avanzada, pero antes no existía esa posibilidad y él tampoco podía bajar porque estaba estudiando. Entonces para darle vida, Roberto seguía haciendo el trabajo de Yarina. Mientras tanto, acá los hermanos, nosotros nos seguíamos preparando en las escuelas, en los colegios, en la universidad. Bueno, ese es el proceso de creación en donde cada uno de los hermanos se van juntando con su proyecto musical. Otro hermano, Curi hizo un proyecto muy bonito, y este proyecto se llama “De sur a sur”, va tomando el concepto de esta unión de dos culturas ancestrales tan importantes como la cultura afro y la cultura kichwa, entonces de ahí nosotros hablamos mucho del concepto del afro-kichwa. Entonces él hizo un proyecto completo, en conjunto con una investigación de mi esposo, que es el productor del grupo, de cómo vivían en la época de la esclavitud. Tanto los negros como los indios estaban viviendo una realidad similar en la época de la esclavitud. Y el encuentro en las montañas de estos dos pueblos hace la creación del afro-kichwa, de un nuevo género; así que estamos ahorita desarrollando ese concepto de cómo podría haber sido. Los ritmos que se van juntando tanto en la percusión del pueblo afro como los vientos del pueblo kichwa. Nosotros estamos profundizando para hacer un montaje del afro-kichwa, pero ya no solo Yarina, sino con otros compañeros que están interesados también en trabajar en nuestro proyecto.
Entonces cada uno va proponiendo lo que quiere, pero siempre con contenido. Yo principalmente no estoy tan de acuerdo con hacer creaciones de baladas, de música romántica, porque para eso ya hay grupos, pero para lo que nosotros hacemos son pocos, y pocos que realmente nos interesa fortalecer nuestra identidad. Entonces así va la participación de los hermanos dentro del proceso creativo del grupo, como planteamiento de las canciones. Y ahora estamos en una época muy bonita, decisiva porque hay proyectos nuevos que se nos vienen, acabamos de hacer Yarina sinfónico con la sinfónica Nacional del Ecuador, y lo que nosotros queremos es presentarnos en diferentes países del mundo.
Queremos que la gente se de cuenta que dentro del pueblo kichwa también hay música dedicada, música de calidad, música con técnica, a través de este proyecto que hemos hecho, así que estamos buscando, golpeando puertas a sinfónicas de diferentes países del mundo. Estamos pues con esta nueva etapa donde queremos hacer conocer nuestra música desde otra visión. Con respecto al proyecto afro-kichwa, hablamos de dos pueblos muy importantes, entonces estamos en ese proceso de creación, ese proceso de investigación donde queremos que se visibilice la realidad de esos pueblos. Puede ser la realidad dolorosa, pero también la realidad en cómo nos vamos juntando para hacer cosas productivas.
Es parte de este proceso de recuperación
Para mí todas las canciones de Yarina son muy importantes, pero pensando en cuestiones de ritmos que se estaban perdiendo, el Ojaja, es parte de este proceso de recuperación que para nosotros era muy triste ver desaparecer; y nosotros siendo músicos, no recuperarlo era una forma de castigarnos a nosotros mismos. Entonces, Ojaja es un ritmo tan importante y tan dentro de nuestra identidad; está metido en nuestra consciencia. Pero aparte de eso, hay otros ritmos tan importantes como el Fandangui, o como el Diumbo, que también están en proceso de desparecer. Entonces, para mí, estos ritmos tradicionales ayudan a recobrar la identidad de un pueblo, ayudan a recobrar la identidad de un país, incluso. Pero empezando en orden sería el Ojaja, y luego, hay otra canción que se llama “Akumar” y está en este ritmo Fandangui, que es un ritmo que se baila en la época del matrimonio, o también se baila cuando un niño muere. Entonces esos ritmos estaban desapareciendo y ahora estamos en ese proceso de trabajo. Cada uno tiene su importancia porque son ritmos que verdaderamente nos identifican a nosotros como pueblo.
https://youtu.be/_zWwYjgTUkU
La palabra que lo llena todo
Nosotros hablamos mucho del concepto de “Ñaupa, Ñaupa”, que significa tanto el pasado como el futuro; es una palabra que lo llena todo. Entonces, el presente ya lo estamos viviendo, pero el concepto de vida dentro de la cosmovisión andina, el concepto de Ñaupa significa que el pasado queremos aprenderlo de nuestros abuelos, queremos saber de dónde nosotros venimos, queremos saber qué es lo que nosotros hacíamos para que en el futuro, eso se vaya fortaleciendo, para que nuestros hijos sepan desde la raíz de dónde vienen y hacia dónde tienen que dirigirse. Es un concepto que muchos lo manejamos dentro de los pueblos indígenas, el Ñaupa. Para nosotros el pasado es tan importante como el futuro. Hay mucha gente que dice yo vivo el presente y hasta aquí nada más, pero para nosotros, dentro de la cosmovisión andina, los dos tiempos son importantes vivirlos bien para que el concepto sea bien concebido. Entonces, ese es un concepto que nosotros manejamos. Podemos nosotros salir de viaje, pero volvemos a nuestras raíces. En el caso nuestro, la música es tan importante, tan conectada con la realidad que a todo le ponemos ritmo. Hablábamos con mis hermanos que si en la vida diaria no hubiera ritmo todo sería desastroso. Nosotros vivimos en una comunidad. Aquí, por ejemplo, vemos que un compañero nuestro, un albañil, pasa los bloques de aquí para allá, y tiene que tener un ritmo perfecto, exacto, para que el ladrillo no se le caiga en la cabeza. Porque si te atrasas un segundo, el balde de arena que te están pasando se te va encima. Entonces todo tiene su ritmo aquí. Si abrimos los ojos bajo esa perspectiva, es así, la vida tiene ritmo, la vida tiene canción y de ahí salen los ritmos, de ahí sale todo lo que nosotros hacemos en el trabajo musical.
Dentro de la naturaleza tú puedes escuchar los ritmos. Nosotros tenemos una canción que en español se llama “dentro del bosque”. Son sonidos naturales de todas las cosas que alrededor del bosque nosotros escuchamos y solamente las musicalizamos con una guitarra y un charango. Entonces eso está en la vida cotidiana. Está afuera, está en el bosque, está aquí en la cocina, cuando están rallando la zanahoria. Todo es musical para nosotros porque… quizás, pienso, no sé en realidad si sea así, como nosotros vivimos dentro de la música, yo he vivido más de 30 años en la música, entonces todo lo vemos desde esa perspectiva, todo lo escuchamos desde esa perspectiva. Entonces vivimos eso, y creo yo que tenemos mucha conexión con la naturaleza, y eso nos permite a nosotros crear ritmos que a la gente se le hacen común, muy familiares y digeribles. En nuestro proyecto comunitario que tenemos del centro cultural también hacemos Jam sessions, entonces hay muchos músicos que van al escenario y tocan sus canciones. Pero, por ejemplo, para mí es complicado digerir el heavy – porque aquí hacen heavy también – y está bien yo respeto mucho. Cada joven tiene su inclinación por diferentes géneros musicales, pero a mí se me hace difícil porque yo más bien siempre he trabajado dentro de los ritmos de los pueblos y nacionalidades y muchas veces no entiendo ni siquiera lo que cantan, entonces se me hace complicado identificarme con eso. Pero lo nuestro es mucho más la naturaleza, es mucho más lo que está pasando ahorita, en este instante. Entonces, como decía, esto de “dentro del bosque” tú solamente vas al bosque y lo musicalizas. Y ahí está una canción. Las canciones más importantes que se han creado, que yo escuché de Inti Illimani, nos contaban la experiencia de cómo se escuchaba el soplo del viento; y en el verano, hay vientos tan fuertes que por un oído escuchaba una nota y por el otro otra nota, y así se van haciendo las canciones, esa es la relación íntima que se tiene con la naturaleza y las creaciones musicales.
Tenemos proyectos grandes, sueños grandes
El proyecto de Yarina se ha extendido con el objetivo de volver a la tierra. Los hermanos viven en Boston y la idea es que ellos vuelvan a la tierra y seguir trabajando desde aquí y extendernos a otras latitudes. Dentro de nuestro proyecto, está la creación de la escuela de artes; y dentro de la creación de la escuela, no enseñar el arte solamente como una alternativa, sino más bien como una cosa complementaria de la formación humana. En ese proceso estamos nosotros, creando esta escuela de artes, creando este centro cultural, haciendo actividades culturales por lo menos dos veces al mes.
No tenemos apoyo de ninguna institución pública ni privada; lo poco que ganamos lo invertimos ahí. Ojalá alguna institución nacional o internacional se interese un poco, para seguir en este fortalecimiento, porque nosotros lo que queremos con esta creación es fortalecer el kichwa. Nuestro sueño es, al final, dictar clases a todos de instrucciones de kichwa. En esa creación nos encontramos, y empezamos este proyecto de Yarina sinfónico que queremos plantear a diferentes orquestas latinoamericanas y ojalá también, en Estados Unidos y Europa. Y para seguir con este proyecto de Yarina sinfónico, estamos terminando ya el último disco, faltan unos pocos temas nomás para hacer su lanzamiento. Ojalá que este año lo terminemos para hacerlo ya el próximo año. Estamos en la creación del montaje del afro-kichwa, en la investigación de los ritmos tradicionales de las dos culturas, y bueno, trabajando con las organizaciones sociales, trabajando con las comunidades dentro de este proyecto comunitario que nosotros tenemos, este centro cultural. Nosotros hacemos mucho trabajo de vinculación social, hacemos trabajos de vinculación con los ministerios de salud y llevamos la salud a las comunidades, porque hay mucha gente en las comunidades que no se viene a la ciudad ni para atenderse. Entonces dentro de este proyecto que nosotros tenemos, hacemos también este tipo de vinculaciones de salud para la comunidad.
Queremos crear una orquesta sinfónica, hablamos ya con algunos directores que están encantados de colaborar; pero bueno, ahorita necesitamos buscar proyectos, buscar los instrumentos, lo que es muy complicado. Y también la creación de una escuela de ballet. Entonces son cosas bien grandes en las que nosotros hemos pensado para nuestros niños, porque no queremos que les pase lo mismo que a nosotros, sin fácil acceso a la educación, a la salud, y queremos facilitar eso porque nosotros de alguna manera ya estamos en este medio y si podemos ser un punto de conexión, lo vamos a hacer. Eso es necesario para el desarrollo de las comunidades. Entonces, bueno, son proyectos grandes, son sueños grandes.
Sobre este proyecto:
Durante el semestre de primavera del 2016, Brianne Burke, Benjamin Clabault, Colleen Dehais, Karla Giorgio, Dawn LaRochelle, Nicholas P. Pezzote y Meghan Tunno, estudiantes de la Universidad de Massachusetts-Amherst, entrevistaron a varios artistas indígenas kichwas. Su palabra nos permitió ingresar al universo íntimo de sus vidas, su producción artística y los desafíos de sus comunidades. La coordinación de este proyecto estuvo a cargo de Juan Carlos Grijalva, profesor invitado de la misma universidad. Dejamos aquí nuestro sincero agradecimiento a Ana Cachimuel, Lucila Lema, Eriberto Gualinga, José Espinosa y Ariruma Kowii, por confiar en nosotros y aceptar nuestra invitación; mil gracias también a Mirian Masaquiza (Naciones Unidas) por sus sugrencias; y a Latino Rebels, por su interés en publicar estas historias inspiradoras de creación artística y reafirmación cultural.
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