Traducido del inglés por José Rafael Rivas
Siempre que sea posible, en el juego del colonialismo, tanto el colonizador como el colonizado se desenvuelven en el ejercicio de legitimar el coloniaje. El colonizador quiere demostrar su benevolencia dando la impresión de que sí existe un verdadero proceso democrático y de libertad de expresión en las naciones subyugadas bajo su poder—pero el colonizador rara vez participa en la laboriosa actividad de afirmar su poder. El colonizado, específicamente aquellos que gozan del privilegio del poder colonial, sale al ruedo para salvar al amo de cualquier problema o cuestionamiento de su autoridad. Intencionalmente, el colonizado siempre está a la disposición de jugar bajo las reglas que culminan en su propia humillación. Un juego de sumisión que permite al colonizador borrar la realidad del colonizado de la historia misma.
Las dinámicas de este juego son fácilmente observadas en el gobierno colonial de Puerto Rico, según celebró un plebiscito sobre su estatus político el domingo 11 de junio. Esta es la quinta vez que Puerto Rico crea una elección especial con intenciones de resolver su estatus colonial desde el 1967. Por más que la estadidad obtuvo una muy anticipada victoria, aquellos que siguieron los desarrollos del último plebiscito en el 2012 deben de estar padeciendo un déjà vu. Las discusiones seguirán por distintos medios, pero claro, igual que en el 2012, los límites coloniales dominarán los debates, creando fanfarria por los resultados dando la impresión de que esta vez, la estadidad será seriamente considerada o posiblemente otorgada.
No tan rápido.
Así como en las décadas en que los puertorriqueños vivieron en el estado de negación del colonialismo bajo el Estado Libre Asociado, sujetos al silencio y la actitud despectiva del gobierno estadounidense, en el 2012, el pueblo entró en un nuevo ciclo de silencio y sumisión colonial con la opción de la estadidad como espejismo en el horizonte colonial.
La nueva victoria de la estadidad es el resultado de un bochornoso teatro colonial.
El nuevo gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, y su partido colonial, el Partido Nuevo Progresista (PNP) fueron los únicos que participaron en el plebiscito. No hubo oposición oficial apoyando las otras alternativas del plebiscito (Estado Libre Asociado o independencia).
Desde el principio de su administración, Rosselló dio activamente la impresión de que iba a solucionar las cosas. El plebiscito con fecha para el 11 de junio fue anunciado de prisa durante el comienzo de la primavera, buscando el impulso de la reciente victoria de una administración estadista en la Isla. Inicialmente, la estrategia de Rosselló fue incluir solamente las opciones de estadidad e independencia/libre asociación para dar seguimiento a los resultados de la elección del 2012, en donde el 54% de los puertorriqueños rechazó el estatus colonial actual. Desde esa elección, la administración de Obama, buscando más tiempo para que una futura Administración en la Casa Blanca lidiara con los problemas coloniales en Puerto Rico, aseguró $2.5 millones para otra elección sobre el estatus de la Isla. Los usos de estos fondos podrían ser autorizados una vez el Fiscal General de los Estados Unidos-en este caso, Jeff Sessions, revise y apruebe las opciones de la elección.
El 13 de abril, poco después del anuncio de la elección, Rosselló fue puesto de rodillas por la administración de Trump cuando el Departamento de Justica (DOJ) le envió una carta indicando que el estatus colonial actual debía ser incluido en el plebiscito. Con simplemente argumentar que tal vez la Isla ha sufrido cambios demográficos significativos durante los últimos cinco años, la administración de Trump desplegó una movida colonialista sin esfuerzo con la misma superficialidad inconsistente que plagó a su administración desde su inicio.
Como se esperaba, Rosselló obedeció la directriz de su amo, incluyó el lenguaje requerido, describió el acto de sumisión a sus seguidores como una movida positiva y continuó afirmando que el DOJ autorizaría los fondos para la elección. Luego en mayo, no obstante, el DOJ emitió otras declaraciones, indicando que no habían revisado ni aprobado el lenguaje en la papeleta. A un día de la elección, EL Nuevo Día confirmó que el DOJ condicionó la revisión del lenguaje en la papeleta, dependiendo si la fecha del plebiscito se atrasara. Rosselló decidió mantener la fecha de la elección según planificada originalmente.
El acto de obedecer las reglas del DOJ para ejercer el derecho a la libre determinación demuestra que el proceso fue estrictamente colonial desde su comienzo. En este caso, al ser obediente a medias, la administración de Rosselló le dio a la Casa Blanca una excusa para descartar los resultados de la elección, irrelevantemente del producto final. Las comunicaciones del DOJ demuestran que se jugarán esa carta para prevenir cualquier indicio de democracia en Puerto Rico.
Además, los grupos de apoyo a la independencia y el ELA boicotearon el voto. Particularmente para los líderes del ELA, su estado de negación sobre la naturaleza colonial de la fórmula que apoyan los ha paralizado al punto de perder todo sentido de orientación política. Boicotear are su única salida. Un punto razonable de parte de este grupo sugiere que Rosselló estaba reacio a posponer la fecha de la elección porque su administración está pronta a publicar su presupuesto para el próximo año fiscal. Se espera que esto enfurezca a su base política, en esta nueva era de la ley PROMESA y la Junta de Control Fiscal. Ciertamente, los grupos independentistas estaban inicialmente dispuestos a participar de la elección como acto de rechazar a La Junta, pero vieron más de los mismos juegos coloniales de los últimos 60 años en las movidas del DOJ. Como respuesta desesperada, Rosselló introdujo una organización fatula llamada Marchemos para supuestamente representar la opción de la independencia durante la elección. La movida fue desmentida inmediatamente, pues nadie en el movimiento independentista conoce de tal organización o de los individuos detrás de ella.
Mientras el PNP y sus partidarios celebraron la victoria y dieron discursos frente a un público portando banderas estadounidenses
—sintiendo que finalmente se convertirán en lo que no son— la nube de silencio desde la Casa Blanca llegará lentamente para borrar la victoria.
El tiempo se utiliza como la estrategia más efectiva para normalizar el colonialismo en Puerto Rico. Pasará otro año o más antes del próximo plebiscito para solucionar la pregunta del estatus. Las excusas para invalidar los presentes y futuros resultados siempre serán los mismos: la crisis fiscal, los resultados no están claros; las reglas eran inconsistentes; ya lo sabemos.
Mientras más los puertorriqueños voten sobre este asunto, más se utilizará la contra-narrativa de los medios y el colonizador en contra del pueblo para normalizar las condiciones y las circunstancias geopolíticas para perpetuar el colonialismo. Las elecciones seguirán legitimando la opresión, borrando a los puertorriqueños de lugar en la historia y acallando nuestras voces.
Entre tanto, dejemos que comience el laberinto hacia el próximo plebiscito, ya que, demuestran ser una barrera para descolonizar a Puerto Rico. El pueblo de Puerto Rico sobrevivirá contra la adversidad de esta nueva etapa del colonialismo bajo la fachada de la estadidad—sobrellevando los tapones del tráfico, trabajando empleos con salarios de mierda, diluyendo fórmula de bebé de mercado clandestino y curando los achaques de la vejez con remedios de las botánicas.
Cuando todos los mitos del colonialismo se desvanezcan —tal como se aclara el cielo después del huracán— el pueblo de Puerto Rico estará listo para comenzar la nación otra vez desde el suelo. No olvidemos que desde la invasión española hace más de 500 años, nuestro mundo ha terminado y comenzado varias veces.
La próxima vez, lo haremos sin cadenas.